Sin remitente




Quiero escribirte una carta 

No sé por qué tengo la necesidad de hacerte saber, prácticamente desde el mismo momento en que tus labios tocaron los míos, lo incorrecto que se sintió. No negaré que necesitaba el sabor de unos labios ajenos, que los tuyos lo quise específicamente por capricho, ese capricho infantil cuando éramos adolescentes y tú gustabas de mi vecina y entonces mejor amiga, de saber que a ella no la podías tocar pero la querías y yo, yo sabía que te podía hacer mirarme. 

Fue fácil. 

Eres fácil.  

Cuando abrí la puerta supe bien qué pasaría, a donde irían tus manos, qué lugares necesitaba calmar, qué lugares quería llenar para apagar el calor que me recorría hacía días. Eres tan predecible. Vas tan de prisa. Y todo en el exterior te muestra calmado, sencillo, incluso aburrido pero yo sabía, sabía que tienes ese fuego debajo, amortiguado. ¿Cómo lo sé? Porque era justo así. Como tú.  

Pero no es de eso que quiero escribirte hoy. Hoy lo que deseo es contarte porqué mi cuerpo después del fuego inicial se extinguió y, explicarme a mí más que a ti, el motivo por el que casi te corrí de mi cama. Y es que no puedo más. 

Me consume.  

Yo, que estaba tan segura de no haber sentido amor por alguien más. 

Yo, que siempre dije que amar a alguien en silencio era lo más estúpido que existiera.  

Yo, que critiqué tanto a quienes desarrollaban sentimientos por sus mejores amigos 

¡Qué estúpido todo! 

El universo realmente te patea el trasero a la primera oportunidad. Y no estoy arrepentida, pero lo escribo, te escribo, me escribo, para que todos sepamos. Porque debe ser conocido, debe ser sentido. El amor unilateral existe. Y es tan bonito y doloroso como el bidireccional. 

Le amo y siempre está en mi cabeza. Siempre en este sentido figurado de corazón que se dice, tengo en el pecho, lleva su nombre siendo cantado a voz baja  

Y lo repite una y otra y otra y otra vez 

Pasaron tres cosas cuando me vi debajo tuyo; primero, calor...necesidad física, vacío emocional. Segundo, una comparación de tu cuerpo con el de alguien más y un nombre, deseo por otro y no por ti. Tampoco me disculparé por eso, sabes usar esas manos, esa boca y ese cuerpo tuyo resulta ser igual de ansioso que el mío, no juzgo que te calles todo lo que necesito, y eres perceptivo porque en el momento que el segundo entró en mi mente lo sentiste, lo noté, tus ojos tan delatores de tu alma me lo dijeron, tus ojos y los míos se comunican bien...preguntaste mil veces si tenía miedo, mil y un veces dije que no, pero sí lo sentía. No por el acto y el peligro que corríamos de ser descubiertos si no porque el tercer punto de esto estaba gritando dentro de mi mente ensordeciendo mi corazón. Poniéndolo frenético. Tercero, el canto a voz baja era ahora un susurro...y al final del canto, de su nombre había añadido algo. Ese algo fue lo que me hizo pedirte salir de allí lo más pronto que pudieras. Esto no sé cómo y tampoco deseo explicártelo a ti. Me ha tomado un rato explicármelo a mí misma, no estoy siquiera segura de aceptarlo.  

Esto no es una disculpa. No siento que haya algo por lo que pedir perdón. Las cosas no se van a poner extrañas porque no tenemos un lazo emocional. Ambos lo sabemos. Me has preguntado hace unos minutos si me sentí a gusto, mi respuesta fue un escueto: Sí, pues bien. No es una mentira. O lo fue...por 2 minutos. Sé que en unos días preguntarás si pienso en lo que sucedió, o para el caso para lo que casi pasó. Si quiero repetir los roces, los besos, el calor de unos minutos. No sé qué te responderé. Si te diré algo de esto o me saltaré a la parte ruda pidiéndote que te olvides de ello y lo superes porque no fue gran cosa. Porque sí, soy así de perra sin justificación alguna.  

Conocen mis palabras.  

No conocen mi sentir. 

Pero seguro que además de ti, si lees esto. De mí, que lo escribí. De otros, que quizá lo encuentren rodando por ahí, en este mundo virtual donde todos decimos la verdad de lo que somos: Alguien va a entender. 
No soy, no somos, malas personas por esto.  

Alguien seguro lo va a entender tan profundamente, así, con frases incompletas, con un relato de una mañana que no fue, con las palabras faltantes. Lo va a entender. Y pensará lo mismo que yo: 

Que jodida estoy 

Y yo lo único que quería decir era que no eres tú, que no eres el correcto para mí en ningún aspecto. Que mi cuerpo lo enciende otro y que mi corazón canta otro nombre, aquí hay tres involucrados en un asunto de dos partes de mí. Que mi cuerpo se despierta solo con pensar en ese chico de mirada lasciva, de palabras y sonidos excitantes. Que hace que el canto del otro nombre, del otro hombre, del que tiene mi corazón. Se calle. Se calle por un par de horas.  

No sé si quiero que quede silenciado o si sufro por ese motivo.  

No sé si deseo que progresivamente su nombre sea borrado. 

No sé si todo lo que he hecho el último par de años es por probar, si es acaso porque ser aquella de la que nadie tiene una puta queja jamás trajo algo de vida, de brillo, de diversión.  

O si es acaso que quiero que sepa que me estoy hundiendo. Porque ÉL; el correcto, lo sabría si me viera. Sabría la gran mentira que soy. Sabría que dentro todavía estoy yo, aquella niña a la que ayudó a superar rupturas, desengaños, traiciones, abandono. Luego, a su lado, descubrimiento, novedad, amistad y, al final, al final el amor.  

Ya no sé a quién estoy escribiendo, a alguno de ustedes o a mí.  

Debo parar.  

Me detendré ahora.