La otra mitad


Una vez me llamaron «chica triste».

Bueno, en realidad hace cerca de quince años me llamaron «chica de los ojos tristes», quién lo hizo no distaba mucho de mí, la verdad es...que tal vez no haya tenido razón.

Vamos, que no soy la persona más alegre del mundo. Nunca lo he sido, ni cuando fui amada y parte de muchos, menos siendo de una sola persona. Pero es que a pocas las he dejado ver, muy brevemente, aquello que ocupa la mayor parte de lo que soy. Y es que sí, puede que sea desconfiada y que algo dentro mío duela casi siempre, en general me duele el dolor de otros aunque no lo digan, lo percibo.

¿Es anormal?  
Para ti, tal vez. Para mí, no.


Y está bien, Porqué también tengo dolores propios, miedos y desequilibrios. Últimamente no espero más de alguien, ¿Sabes? Una vez que aceptas lo que desde hace tanto tiempo sabes, deja de pesar tanto. La desconfianza de otros en ti, las palabras punzocortantes, el tira y afloja en las relaciones, dejan de molestarte y cargar tu alma, el Espíritu si quieres verlo así, para dejarte indiferente.

Así que no, no soy una chica triste, solo dejé ver la carga que tenía encima, aquella que solté pero que a otro pesa, algo que no quiero recuperar porque me hicieron ver que ya no valgo, que no me eligen, que siempre fui yo y no fuimos, juntos. Que yo solté pero a mí, tal vez, no me soltaron cuando la tóxica era yo y se quedaron con eso, con la expresión triste, con las palabras cansadas, con las acciones erradas, con el afán de no discutir y tratar de nunca usar algo dicho en debilidad, para causar daño en la euforia.

Que sí, yo también cargo culpas, algunas aún no termino de aceptarlas aunque me sepa responsable, ¿Pero cómo haces cuando te miras a ti misma y no distingues qué hiciste y qué hizo tu otra mitad?

Porque aún hiriente no deja de ser tu otra mitad.