Relatos Compartidos #2
Sin gran introducción...
Este fragmento es mío, o algo así, es parte de una historia que estaba escribiendo pero que dejé hace un tiempo, no estaría mal sus comentarios, en una de esas capaz y me prenden el foco para refrescar en lo que me quedé (inhala profundo) bien, aquí va:
Mi nombre es Alexza, bueno Lexie, como todos me llaman. Tengo 18 años y una seria fascinación por
el chocolate, soy de estatura
promedio, cabello castaño, ojos grandes y cafés, no soy fea pero tampoco
desbordo belleza en todo mi ser, y lo único de lo que estoy orgullosa de mi
cuerpo son mis piernas, torneadas y fuertes, debe ser porque amo correr, así es
como saco la frustración o el estrés de mí, además del constante uso de
sarcasmo, un arma infalible.
El
lugar dónde vivo es precioso, si mis planes no resultaran al final del día
elegiría continuar viviendo aquí, es algo caluroso la mayor parte del año pero
no puedo dejar de admirar su belleza natural, es verde por dónde mires y tiene
esos cielos majestuosos que puedes admirar en campo abierto, ¿quién en su sano
juicio cambiaría eso por una ciudad para
siempre?
De acuerdo, puede que muchos, pero yo no.
El pequeño rincón del estado
en el que vivo no es para nada interesante, es un lugar tranquilo, lleno de
vegetación y al ser pequeño la mayoría de las personas se conoce, por no decir todos, lo que aplica completamente el
dicho “Pueblo chico, infierno grande.”
Acá los chismes vuelan, los
rumores se esparcen más rápido de lo que una llama recorre el camino de pólvora
hasta el barril que lo hará explotar, lo que resulta ser casi todo el tiempo muy
irritante para mí aunque cada rumor, pelea y separación me recuerda que no debo
fiarme ni entregar el corazón en ningún tipo de relación…nunca más.
Aquí va el breve resumen de
mi corta vida, un corazón roto por confiar en dos chicos en (obviamente dos ocasiones) y como un plus dos veces más por depositar todo mi
amor, confianza y apoyo en dos chicas, “mejores
amigas para siempre” que también, en tiempos difíciles (como la separación de mis padres)
me hayan abandonado.
Gracias, no las necesité para sobrevivir.
Y ahora esta soy
yo, no fiestera pero sí casual, desconfiada, solitaria, adicta a la lectura, a
correr, el basquetbol, el chocolate y el café, aquella chica que se desahoga
cuando llueve y que escribe cuando en su corazón no cabe nada más que desesperación,
pero la vida continúo su paso y yo…tuve que crecer.
Es Junio, el día ha sido muy
flojo, bochornoso y he tenido en el pecho una sensación creciente de salir
corriendo y no detenerme, eso sucede sólo cuando algo se aproxima. Lo sé porque
lo sentí el día que mi papá me llevó a un puente en el que nadie nos buscaría y
me contó cómo él y mamá habían decidido separarse, él, como en las historias de
película, se iría de casa usando el típico: “Puedes visitarme cuando quieras,
siempre serás bienvenida en mi casa.” Y yo…bueno, yo sólo quería gritarle que
se suponía que dónde vivíamos era su casa y después saltar del puente, claro
que me mataría, tiene una altura considerable y muchas, pero muchas piedras en él.
Quiero decir, en todo lo ancho y largo del río, es por eso que se caracterizan
los ríos del pueblo, por sus numerosas piedras.
Para las 5:45 pm ya no podía
más, así que cambié mis jeans y blusa por unos shorts y una sport de licra y
mis zapatillas deportivas. Salí de casa y ya en el parque, con el iPod sonando, es raro pero entre
más fuerte sea la música más me concentro así que decidí comenzar con la
reproducción aleatoria (me pareció interesante que el destino decidiera que
habría de escuchar). Estaba tan tensa que en los primeros 15 minutos no hice
más que correr sin parar y una vez que comencé a relajarme disminuí la
velocidad sabiendo que me arrepentiría a la mañana siguiente por no haber
calentado. Media hora después dejé de trotar y fui por una botella de agua al
kiosko más cercano, decidí tumbarme en el pasto del parque al que había llegado
y descansar, el oxígeno y el agua ayudarían a que mi respiración se controlara
más rápido, mi mente, que por fin estaba en blanco, no hacía más que repetir
los sonidos de la música que aún escuchaba y me permitía concentrarme en el
movimiento de mis manos al ritmo de la misma, en mi respiración que cada vez se
hacía más pausada y en mis piernas que agradecían el descanso. Estaba tan
calmada que casi me quedé dormida, no había asimilado que alguien me hablaba
hasta que, por la cercanía, sentí a una presencia a mi lado, abrí los ojos y
apresuradamente me senté, fue entonces cuando lo vi, sonriéndome y diciendo
algo que no escuché porque olvidé quitarme los audífonos. Él se acercó y me
quitó uno, tenía el volumen tan fuerte y lo primero que le oí decirme fue:
— Vaya, creo que ahora entiendo porque no
respondías. No puedes escuchar nada del exterior con ese volumen— me miró a los
ojos con una sonrisa en sus labios, amable.
Durante otro lapso de tiempo no pude
hablar, sólo mirarlo. Un chico visiblemente mayor que yo, no mucho…tal vez un
par de años, por encima de la estatura promedio por lo que podía ver, como de
1,80 más o menos, moreno, cabello corto, increíblemente oscuro y acomodado de
forma apropiada, no formal pero definitivamente casual, su cuerpo era esbelto y
sus músculos se marcaban en la playera gris de manera agradable…muy agradable a
la vista, pants negros y zapatillas deportivas blancas. Me miraba fijamente con
un toque de curiosidad y pena. De pronto reaccioné en el hecho de no haber
hecho nada más que mirarlo con la boca un poco abierta…y me sentí estúpida.
— Mi nombre es Ikker. —
pausa, me extiende una mano. Sólo puedo mirarlo. 26 segundos después. —Soy
nuevo en el pueblo.
— Alexza. —dije balbuceando, lo cual
intensifico lo estúpida que ya me sentía.
— Mucho gusto.
— Igualmente.
Silencio. Ambos miramos al frente, niños
jugando, mamás detrás de ellos y en su mayoría papás ausentes. El trabajo como
siempre.
— Así que…¿Sabes que puedes dañar tu
capacidad auditiva por escuchar música tan fuerte? —dijo en tono mandón. Eso
tampoco ayudó. Estaba acalorada así que mi respuesta sonó un poco…
— Tranquilo papá. —de acuerdo no fue un
poco hostil. Fue completamente grosero de mí parte.
— Oh, no. Lo siento, yo sólo…quería hacer
platica. —dijo sonrojándose y yo sólo quería enterrar la cabeza en la tierra.
Me sentí peor.
— No. Yo lo siento, estoy un poco
ofuscada. Yo…de verdad, lo siento.
Él miró al frente, luego bajó la cabeza
y dijo:
— Está bien. No te preocupes.
Estúpida, estúpida, estúpida y grosera.
— Así que…¿nuevo en el pueblo? —dije
tratando de arreglar un poco las cosas.
— Sí, llegamos hace unos días. Mi familia
y yo.
Lo primero que pensé fue:
casado, seguro está casado. Estas generaciones están desesperadas por tener
compromisos, o al menos en este pueblo. Con él, de verdad deseaba estar
equivocada, aunque sabía que jamás se fijaría en mí. Si es que la estupidez
puede crecer, este era el caso.
— Familia…correcto.
— Sí, mis padres y mi hermana. Es menor,
tiene 15.
Esperanza. Sí, soy una estúpida.
— Oh…¿Y de dónde vienen exactamente?
Fijó la mirada al frente,
pero sus ojos no parecían enfocar nada cercano. Se quedó en silencio, al
instante me cree una teoría y esta era que Ikker estaba mirando otra etapa de
su vida…añoranza, esa es la palabra que describiría su expresión ahora mismo.
Se estremeció.
— Es…es una historia larga. No me gustan
mucho las historias largas.
— Es curioso que lo digas. —me miró
sorprendido. Bajé la mirada hacia sus zapatillas deportivas.
— Tienes en las zapatillas el rayo que
simboliza la cicatriz de Harry Potter y sus iniciales en la suela. Sin mencionar el símbolo de las reliquias de la muerte— dije,
señalándolos. Se sonrojó. — Harry Potter sí que es una historia larga así que
me resultó curioso. —No tenía intensión de presionar…aún, así que continué — ¿Película
o libros?
— Libros.
Lector.
Buen inicio. En mi mente crucé los dedos y esperaba que no dijera lo que todos
me dicen “Esa si es una historia, no como Crepúsculo, esa es una mier…”
— ¿Y tú…película o libros? —dijo
interrumpiendo mis pensamientos.
— ¿Es malo si digo que sólo sé quién es
pero no he leído los libros ni he visto las películas? —dije aceptando la
realidad.
— No, no es raro. Al menos no por la parte
de los libros, no conozco muchos que los leyeran, sólo a algunos que vieron las
películas.
— Oh. Bueno…puntos menos para mí.
Reímos un poco.
— Así que Alexza, ¿tú lees?
— Sí, es uno de mis mejores hábitos.
—Y tienes ¿qué? ¿16 años? —dijo
entornando sus ojos como si sospechara. Sonreí.
— 18 en realidad. —pareció sorprendido.
— ¿En serio? Te ves más…pequeña. —con eso no
sabía si sentirme halagada, apenada o molesta. No quería parecer pequeña delante de él. Lo miré dejando
ver que dudaba que me dijera la verdad. Y ante eso dijo:
— Sí, en serio. Te conservas.
— Jaja aún no llevo ni dos décadas así que
creo que por eso no me veo tan…maltratada.
— Sí, debe ser. En fin…18, sarcástica y
sabes quién es Harry Potter, parece que puedo tener alguien con quien hablar en
mi nuevo hogar —dijo extendiendo los brazos como si abarcara al pueblo entero.
Tomé nota; no dijo “Amiga”. Sonreí para mis adentros.
— Supongo que es tu día de suerte. —respondí.
— Y si tienes 18 es probable que lo tuyo
sea “Crepúsculo”. —me miró con sospecha. — ¿Qué tan cerca estoy?
— Mucho. Lo mío es “Crepúsculo” y otras más.
— ¡Te vas a llevar de maravilla con mi
hermana!
Al ver mi cara de sorpresa
comenzó a reírse muy fuerte. Por supuesto que me veía como una niña delante de
él, claro que así era.
— De acuerdo, tal vez algún día la
conozca. —dije un poco seria para hacer que dejara de reír. Y lo hizo, se
detuvo.
— Y ese día puede ser mañana. ¿Podré
encontrarte aquí? Para ella es un poco más difícil entablar una conversación en
estos momentos. Está hecha una furia con mis padres por habernos cambiado de
lugar. Aunque haya sido mi culpa.
Su
culpa.
— ¿Cómo que tú culpa? —pregunté llena de
curiosidad, sabía que algo no estaba bien.
— Oh, nada. Olvida que lo mencioné.
Silencio de nuevo.
— Entonces, ¿te encontramos mañana aquí
mismo?
— Sí. —dije después de una fugaz duda. —
Claro.
Okay, pues...ahí queda, veré sus comentarios, y siempre respondo en sus blogs, muchos podrán respaldar ese hecho, ¡feliz lectura!
Xo♥