Reseña #439: Un salto de fe - Victoria Lee

 






Una novela romántica emotiva sobre dos personas que encuentran el amor después de luchar contra la adicción y, finalmente, descubren lo que significa ser ellos mismos por completo y sin pedir disculpas.

Elisheva Cohen acaba de regresar a Brooklyn después de casi una década. Las heridas de abandonar la comunidad ortodoxa que la crió y luego la rechazó por su abuso de sustancias aún son dolorosas. Pero cuando tiene una oportunidad increíble de estudiar fotografía con la leyenda del arte Wyatt Cole, Ely está dispuesta a dar el salto.

En su primera noche de regreso en la ciudad, Ely va al infame club gay Revel para una noche de celebración de baile. Ely se enamora y se acuesta con un hombre hermoso que se parece a James Dean, pero con un marcado acento de Carolina. A la mañana siguiente, Ely se despierta sola y se apresura a asistir a su primera clase de fotografía, recordando la mejor aventura de una noche de su vida. Ni siquiera sabe su nombre. Eso es, hasta que Wyatt Cole aparece en clase y Ely se da cuenta de que el hombre con el que acaba de pasar una noche íntima y apasionante es su profesor.

Todo el mundo en el mundo del arte está obsesionado con Wyatt Cole. Es inmensamente talentoso y su vida personal notoriamente solitaria lo hace aún más atractivo. Pero hay una razón por la que su pasado es difícil de publicitar para él. Después de declararse transgénero, Wyatt fue dado de baja deshonrosamente del ejército y repudiado por su familia. A partir de entonces, se comprometió a mantener la sobriedad y canalizó su dolor en su floreciente carrera artística. Si bien la relación de Ely y Wyatt comenzó a nivel físico, sus luchas similares desencadenan una conexión mucho más profunda. La química es innegable, pero su nueva relación como profesor y alumno significa desear desesperadamente lo que no pueden tener.




Hola, ando super rara, ja ja
No sé, me siento increíblemente vulnerable en este momento, recién terminé la lectura y no podía esperar para contarles. Pero, una canción para acompañar, claro...



Ahora sí, entremos en materia.

Un salto de fe es el segundo libro que leo de la autora Victoria Lee a quien recientemente comencé a leer en redes sociales porque me obsesiona saber de dónde obtiene tanta información para escribir de la forma en que lo hace y es que, en serio, los dos libros que he leído suyos me han hecho sentir tanto que me asusta lo mucho que he podido desear ser yo su personaje o decir: “Sí, yo también lo sentí” y, no sé, muy fuerte todo.

En mi primer encuentro con sus historias tuve la suerte de leer Una lección de tinta y venganza que me obsesionó al grado de no parar de leer y, cuando me veía obligada a hacerlo por ser una adulta responsable, no paraba de pensar en llegar a seguir leyendo, así que cuando comencé con esta segunda historia supuse que me sentiría igual y la verdad es que no me equivoqué aunque esta vez fue distinto, más intenso, más sentido, más conmovedor.

Ely Cohen es una chica de unos 24 o 26 años aproximadamente que regresa a Nueva York después de ser expulsada de su hogar 8 años atrás por su familia judía, pues nuestra protagonista tocó el fondo cuando su mejor amiga Chaya y ella tomaron una decisión fatal al estar sumergida en el mundo de las adicciones. Ahora tras 4 años de sobriedad, Ely entra al programa especial de fotografía del Parker y ansía conocer en persona (y aprender) de su ídolo, Wyatt Cole.

Wyatt Cole es un hombre trans de 32 años y el fotógrafo más famoso del momento pero también es un ermitaño, no le agrada ser evidenciado y es muy atento a la hora de cumplir con reglas y mantenerse en control. También es un adicto que lleva 10 años limpio y que pone su sobriedad por encima de todo.

La primera noche que Ely vuelve a Nueva York conoce a sus compañeros de piso, Ophelia, una diseñadora gráfica lesbiana y a Diego, del que no se hace alusión a su orientación y/o preferencia sexual pero que es un artista culinario y el ser más abierto de la Tierra, lo tqm aunque aparezca poquito. En ese primer encuentro los tres hacen clic de una forma muy linda y honesta así que, ¿por qué no? Van a un lugar llamado Revel, algo así como una discoteca gay, allí se divierten, Ely sin tomar una gota de alcohol y sus amigos bailando en otro punto del lugar, entre toda la diversión Ely se acerca al bar para pedir un refresco pero el bartender no la escucha entre el gentío así que de pronto un hombre muy guapo tiene la atención de llamar al bartender y pedir un refresco para ambos permitiendo que inicien una conversación de lo más entretenida pues ambos son muy ocurrentes y sarcásticos más no irrespetuosos. Deciden bailar y las cosas se calientan entre ellos llevando a una de las escenas sexuales mejor escritas que he leído alguna vez, no solo por la acción en sí sino porque la conexión entre las personas es tan intensa que incluso te olvidas por un momento sobre dónde están y lo que se disponen a hacer con solo la descripción de lo que uno despierta en el otro.

Tras esa noche que deja a Ely deseando que su vida fuera otra, inicia su primer día en el Parker como aprendiz del mejor fotógrafo contemporáneo, solo para descubrir que ese artista al que idolatra es el mismo hombre con el que pasó la mejor noche de su vida.

Por supuesto, esto es debería ser un drama pero no se convierte en eso por esta situación sino porque ambos son adictos en recuperación eterna, personas que fueron heridas tan hondo que no saben como respirar sin miedo, son hijos que hirieron a alguien más de tantas formas que no entienden que su pasado no los definirá para siempre y, por sobre todo, son personas que intentan reconocerse día tras día construyendo algo que no se pueda romper ni siquiera bajo sus propias manos.

Hay romance, por supuesto, pero está en un plano que ni siquiera puedo decir que sea el segundo o el tercero porque lo que iremos conociendo de los protagonistas es su dolor, su miedo y los recuerdos que nos los sueltan pero también el proceso de sanación, autoaceptación y la lucha que supone haber conocido el fondo de las malas decisiones.

Como dije antes, ya en el primer libro de la autora me sentí obsesionada por sus personajes y la historia, pero aquello fue algo oscuro que me hacía sonreír cuando algo un tanto macabro sucedía por nuestro propio rasgo humano a sobrevivir. Ahora, con esta segunda historia, la obsesión se acentúo en saber quién soy yo y por qué siento lo que siento, por qué me duele lo que me duele y por qué lucho por sanar algo que todavía no tiene total sentido para mí. Y ha sido maravilloso, porque, una vez más, he comprobado que los libros llegan a mí cuando los necesito, cuando los puedo afrontar o cuando hay que sanar algo y esta no ha sido la excepción. Me siento feliz pero también triste porque la historia haya terminado así que, eso debe decir mucho, ¿no?

Una vez más, muchas gracias por sus visitas, que haya movimiento en el blog aun cuando hace un tiempo que cerré la caja de comentarios y que todavía visiten mis redes sociales activas es un muy bonito incentivo para continuar compartiendo mi opinión de las historias que leo, les deseo a todos, todo lo que ustedes deseen tener, ¡hasta pronto!