Centro // Norte


Querido,


No especifico tu nombre porque hace tanto tiempo que te escribo en todo lugar en el que es posible que solamente el universo puede saber tu nombre, nadie más necesita conocerlo

Hace tantos años, tantos, nos conocimos por un amigo en común, o bueno, un gran amigo tuyo, mi novio. Y te odié mucho, siempre me caíste muy pero muy mal, pero cuando tu buen amigo rompió mi corazón fuiste tú quien se quedó a mi lado, así, cayéndome todo lo mal posible en el planeta te convertiste con el paso de los años en mi mejor amigo

Es curioso, ¿no?

Compartimos tanto, pasamos mil cosas juntos, tenemos tantos viajes acumulados, chistes pésimos de tu parte, risas fingidas de la mía, juegos ridículos, un repertorio de películas infinitas que vimos en mi cama, que se volvió nuestro confidente, tus amores, mis dolores del alma, tu lucha por conseguir lo que deseabas, mis lágrimas por la familia que se fragmentaba esos días, mis primeras veces en el alcohol, tus primeras preocupaciones por mí, las atenciones a cada uno en lo que mejor le va, porque tú cocinas y yo no, porque yo me aseguro que no te falte lo que necesites por tu salud, que siempre ha sido frágil. Nuestras pocas discusiones. Las primeras veces que nos tomamos de la mano y acostados en mi cama, solo permanecíamos, en silencio. Y luego;

Tu decisión de irte a otro Estado sin despedirte

Mi decepción por esa decisión

Tu silencio por dos años

Mi descubrimiento del sentimiento que no sabía que tenía por ti en esa ausencia

Después de tanto, por fin, y gracias mejor amiga/oráculo del saber universal, me armé de valor (o huevos, como dice muy sabiamente) y conseguí tu móvil, aunque corría el riesgo de no tener respuesta como con la carta que envié antes (y que me enteré por ti que no recibiste), quedamos

No te gusta el café, pero me dejaste elegir el lugar y pediste uno que no tocaste, comenzamos a hablar, salieron los primeros momentos incómodos, las preguntas estúpidas de ¿cómo estás? ¿te sientes mejor de salud? ¿cómo está tu familia? Para después de un rato comenzar a sacar las verdaderas dudas, las que más dolían:

- ¿Por qué te fuiste sin despedirte? 
- ¿Por qué piensas que me iría sin decirte adiós? No estabas en casa. Esperé por horas. Nadie salió. 
- ¿No estás mintiendo? 
- No. 
- Te odié la primera Navidad que no pasaste conmigo
- Fui y no había nadie. 
- ¿No es mucha casualidad? Yo no creo en las casualidades
- Tampoco yo, en ese tiempo, supongo, no debíamos ser


Y describiste todo lo que había esa noche, es verdad, lo recuerdo. 

- ¿Recuerdas la noche que te llevé a casa en brazos porque te lastimaste en año nuevo? 
- Sí, no sé cómo pudiste. 
- ¿Recuerdas que estuvimos en un mueble blanco, con la música, solos, acomodada en mi costado? Fue la primera vez que me di cuenta que te quería. 
- ¿Esa noche? Esa noche yo quise besarte por primera vez. 
- ¿De verdad? Sí.

Las cosas que tras el reencuentro de dos años ausentes, de mis faltas de respeto a ti, de tu indiferencia hacia mí. De tus errores y de mis vicios. Desapareció. Unas horas nos bastaron para dejar de lado los más de 700 días separados, y de contarnos los más profundos secretos de nuestro deseo del uno por el otro. De los cuerpos que conocimos, de lo que cerca que estuvimos de ser el uno del otro pero por miedo, el maldito miedo, a perder lo que ya teníamos, ninguno dijo nada. Y en esas horas todo salió a bocajarro, como decimos acá. Tus delicadezas. Mis nuevos vicios. Tu aceptación a mi amor por el café y los cigarrillos. Mi aceptación de ti y el secreto más grande que confesaste y que no corresponde contar aquí

- No sabes cuanta falta me has hecho
- No tienes idea de lo que te he esperado
- No puedo creer que hayas esperado
- No puedo creer que entiendas lo que yo siento
- Es porque lo he sentido por el mismo tiempo que tú por mí
- Somos idiotas
- Sí, ambos somos responsables de haber perdido todo pero...
- ¿Qué?
- Es la segunda oportunidad. Mi segunda oportunidad
- ¿Qué estás diciendo?
- Soy tuyo. Por favor, sé mía
- No me queda mucho tiempo acá
- A mí tampoco. Seamos. 

Todavía no sabemos qué pasará, pero decidimos ser espontáneos, tan espontáneos que nos besamos por primera vez, y el inicio fue lo más tierno, lo más puro porque fueron años de querernos en silencio, luego fue intenso sin llegar a ser salvaje, porque era deseo reprimido, un deseo que desató el resto de las verdades que las bocas callaban pero que el cuerpo desvelaba. Fuimos. Somos. 

- Me encanta tu vestido
- Siempre me ha gustado como te queda el rojo

Y ambos decidimos...el tiempo que se nos permita, porque tus planes llevan al norte y los míos me dejan al centro del país. Y yo no quise poner título pero tú decidiste que lo querías para mí, porque me sientes tuya. Y tienes razón. Lo soy.