Capítulo uno





«Me encanta la fuerza de muchas para aparentar tranquilidad en este mundo lleno de preocupaciones. ¿O es que no es apariencia?

Me he estado comiendo la cabeza dándole vueltas a cómo resolver mis deudas, y por más que me esfuerzo en el trabajo, en actividades extra, en buscar el lado bueno de todo. No lo logro. Algo me aplasta, pero no entiendo qué es.

Y entonces miro, ¿Qué tienen los demás que yo no? ¿Es la compañía de otros los que les ayuda a estar relajados? ¿Tienen el trabajo de sus sueños y por eso todo les resulta fácil de sobrellevar? ¿Estoy dañada de alguna forma irreparable que no identifico y eso me obliga a vivir así, constantemente a la deriva? 

Hoy no he soportado más y he salido a correr. Hacía mucho que no salía, hace cerca de una hora que terminé el trote diabólico que inicié sumida en desesperación. Cuando mis piernas no pudieron más me derrumbé en medio del pasto, en ese parque, con la música dejándome sorda a través de los audífonos. He mirado al cielo y decidido que es suficiente. Yo no tengo que pasar por todo esto. Soy demasiado joven para vivir tan preocupada. 

Y entonces sentí un golpecito en el pie, me quité los audífonos de un tirón y escuché:

— Hola.

Mi reacción a su sonrisa era algo que no esperaba»







Hasta la próxima inspiración, chicos...